19 de Noviembre de 2024

Dólar y comercio

Macario Schettino

 

 

 

Ya no tenemos petróleo para compensar las cuentas externas. Sí seguimos teniendo remesas (26 mil millones de dólares al año), turismo (18 mil millones), inversión extranjera directa (entre las dos anteriores). Salen más o menos 26 mil millones para intereses y cuatro mil de utilidades de inversiones. Así que no se percibe un problema mayor en las divisas si logramos que nuestro déficit petrolero esté bajo control.

En esto, la depreciación del peso ayuda, pero mucho menos de lo que uno quisiera. Si el dólar es caro, es lo mismo que decir que el peso es barato, de forma que lo que exportamos es mucho más atractivo para los compradores de otras partes del mundo. Por ejemplo, en turismo, en donde exportamos el servicio a los turistas que nos visitan y que ahora pueden hacerlo por mucho menos dinero. Y sí hay un impacto interesante en eso.

Algo similar ocurre con los productos agropecuarios, que pueden ahora venderse más baratos (en dólares), incluso vendiendo más caro (en pesos). Aunque algunos productos no se afectan por el tipo de cambio, ya que su precio se fija internacionalmente, muchos otros sí están aprovechando la depreciación. En los últimos tres años, en los que pasamos de 14 a 20 pesos por dólar, las exportaciones de productos agropecuarios crecieron en casi 30 por ciento, mientras que las importaciones se contrajeron 10 por ciento. El efecto neto es un gran crecimiento en la balanza comercial agropecuaria. En 2013 tuvimos un déficit de poco más de mil millones de dólares (en 2012 de más de dos mil). El año pasado va a cerrar con más de tres mil 500 millones de dólares a favor.

Pero la gran mayoría de nuestro comercio exterior no responde igual al tipo de cambio. Se trata de lo que los expertos llaman comercio intraindustrial, o incluso intrafirma. Es decir, una empresa divide su producción entre México y Estados Unidos, de forma que el comercio exterior que registra ocurre todo dentro de ella: viene un motor de Estados Unidos, sale un chasis de México, y todo ello en la misma empresa. O en la misma industria: se exportan autos de una marca, se importan de otra. En esos casos, el valor del tipo de cambio no impacta directamente, como sí lo hace en el caso de frutas y verduras, por ejemplo.

 

En el caso del comercio intrafirma e intraindustria, el tipo de cambio sí importa, pero de otra forma. Una empresa que tiene parte de su producción en México, tiene una reducción en su costo de operación de cerca de un tercio en estos tres años. La mayoría de ese efecto, sin embargo, ocurrió en 2016, que fue el año en que la amenaza Trump empezó a notarse. Así, en lugar de aprovechar el menor costo de inmediato, moviendo una mayor parte de su producción a nuestro país, la empresa está esperando a ver qué hará el nuevo presidente. No hay muchos que teman el fin del NAFTA, o incluso un daño severo en ese renglón, pero ya se ha comentado que puede haber un cambio en las reglas fiscales que les eleve el costo de producir en México. Algo así anda amenazando Trump, aunque no todos le tienen miedo, como han mostrado GM y Toyota. Pero es difícil que pueda poner un impuesto suficientemente alto como para frenar inversiones.

Sigo pensando que hay que tener un poco de paciencia en este tema. Preparar coaliciones y respuestas no está mal, pero hay que esperar que muevan primero ellos. Ya falta poco.