La provocación de Maduro, romper o no romper
Pablo Hiriart
La andanada de insultos y vulgaridades de Nicolás Maduro al presidente de México ameritan una reacción contundente de nuestro gobierno y de la opinión pública contra esa satrapía tropical.
Es posible que la provocación del dictador venezolano sea un movimiento calculado para distraer la atención del pantano en que se encuentra.
Maduro inventa un enemigo externo con el cual cohesionar al país que ha dividido hasta ponerlo al borde la guerra civil o la masacre. Y ese enemigo es México.
Porque los insultos desenfrenados del gorila no van dirigidos al ciudadano Enrique Peña Nieto, sino contra el presidente de nuestro país. Son de esas provocaciones en que México está obligado a responder.
¿En qué grado debe ser la respuesta? Es lo que hay que valorar, sin excluir la ruptura de relaciones diplomáticas.
Ya lo había hecho hace algunos años Hugo Chávez, al insultar al presidente Vicente Fox, a quien llamó “cachorro del imperio” y otras groserías.
En esta ocasión Maduro reedita la estrategia chavista, y a lo bruto: llamó cobarde a Peña Nieto.
Uno de los caminos es romper relaciones, a pesar de los lazos de amistad que unen a los pueblos de ambos países.
La ruptura, de darse, va a favorecer al régimen de Maduro, pues en su país se atenuará el clima de crispación interna y la retórica belicista del gobierno se enderezará contra nuestro país. Al menos, es lo que busca el dictador.
Y busca también sacar a México del papel protagónico que está teniendo en la región en favor del retorno a la democracia en Venezuela.
Sin relaciones diplomáticas, lo que venga de México en iniciativas políticas para desmontar la dictadura de Nicolás Maduro será descalificado por el sátrapa por tratarse de una propuesta del enemigo.
La delicada situación en que el dictador venezolano ha puesto a la relación entre ambos países es una oportunidad, también, para que en México se convoque a la unidad a raíz de la agresión de un sátrapa.
Es momento para que López Obrador y sus intelectuales que se han puesto del lado de la dictadura venezolana recapaciten y se sumen a un gran momento de unidad nacional que trascienda partidos e intereses electorales.
México debe estar primero. El injuriado ha sido el presidente de México.
Es una maniobra calculada de Maduro. Si él quisiera de verdad asestar un golpe a Estados Unidos –que de eso acusa a Peña, de no golpearlo–, sería muy sencillo para él: deje de venderle petróleo, pues “el imperio” es el principal comprador de crudo venezolano.
Sin el dinero de Estados Unidos, Venezuela no vive.
Al “imperio” que dice detestar, Maduro le vende 741 mil barriles diarios de petróleo, lo que implica para Venezuela un ingreso de 32.2 millones de dólares todos los días.
Estados Unidos es el único que le paga de contado el petróleo a Venezuela, pues China hizo compras con pagos anticipados que ya se gastaron.
Maduro no sólo es un asesino y un dictador, sino también un bocón: ¿quiere pleito con Trump? Embárguele las ventas de petróleo, que para Estados Unidos representan 9.0 por ciento de sus importaciones, de acuerdo con el Departamento de Energía de la Unión Americana.
Pero no, provoca a México, un país con autoridad moral en el continente y que le estorba en los foros internacionales.
Mientras se dilucida la estrategia adecuada de romper o no romper, dentro del país tiene que haber unidad en torno al presidente frente a la provocación del dictador.
Hay otros temas que criticarle a Peña Nieto y por los cuales increparnos entre nosotros, pero en el conflicto con el gobierno dictatorial de Maduro, no lo olvidemos, México es primero.
Twitter: @PabloHiriart