29 de Septiembre de 2024

El plan B

Javier Lozano Alarcón

 

Lo ideal sería que en México tuviéramos segunda vuelta electoral para la Presidencia de la República. El sistema vigente ya no sirve para efectos de legitimidad y gobernabilidad. Veamos. Según el padrón electoral, somos 85 millones 213 mil 536 ciudadanos con credencial para votar. En 2012, la participación efectiva fue del 63.34 por ciento y Enrique Peña Nieto ganó los comicios con 19 millones 226 mil 784 votos, equivalentes al 38.21 por ciento. Si extrapolamos estos datos al escenario del año próximo, casi 54 millones de electores acudiremos a las urnas pero el candidato ganador lo lograría con poco más de 20 millones de sufragios ¡en un país de cerca de 120 millones de habitantes! Es decir, con el voto de apenas una sexta parte de la población tendremos Presidente de la República. Es mayoría, sí. Pero relativa. Y si eso se refleja en los números de ambas cámaras del Congreso de la Unión, tendremos una fragmentación que hará muy difícil el tránsito de las reformas legales y, también, el papel de contrapeso y colaboración entre los tres poderes y los órganos autónomos.

De ahí que, insisto, lo ideal sería que los dos candidatos que resulten primero y segundo lugar, si es que ninguno alcanza la mayoría absoluta de votos (la mitad más uno), vayan a una segunda vuelta electoral. Así, se forzarían alianzas, habría gobierno de coalición y el elegido tendría legitimidad ciudadana y apoyo popular para la toma de decisiones. Este modelo, con diversas modalidades, es utilizado en una gran cantidad de países en todos los continentes. Ya es hora de que en México emprendamos una reforma constitucional en este sentido y preparemos el terreno para el próximo año electoral.

¿Alguien duda de la fragmentación del voto en el 2018? Tómese la encuesta que se quiera, sea por partidos o con posibles candidatos. En todos los casos hablamos de proyecciones a tercios entre Morena, PAN y PRI, y algo de pedacería que recogerán el resto de los institutos políticos.

Documentación y experiencias internacionales tenemos de sobra. Lo que no hay es voluntad política. Estamos condenados a reeditar comicios en los que el ungido no tenga la aprobación mayoritaria y se las vea negras para sacar adelante reformas y para la toma de decisiones.

Y mientras esto sucede, en el PAN pareciera que el tiempo se detuvo, que no ha habido alternancia y que nuestro adversario histórico sigue siendo el PRI, con todo y su propio desprestigio y su lejano tercer lugar en las encuestas. No cobramos conciencia de que el peligro para México ya no es el tricolor sino el farsante de López Obrador. Ese lobo con piel de oveja sonríe al ver el pleito sin cuartel que libramos PRI y PAN todos los días. Él nos agrupa como la mafia del poder y el mote del PRIAN. Él es la salvación y la inmaculada honestidad valiente. Sabe que divididos, nos gana; aunque luego convierta a nuestro país en una Venezuela norteamericana.

Así pues, sin posible reforma constitucional en el horizonte, el plan B podría ser un candidato aceptable para PRI, PAN (y quizá PRD, Verde y PANAL) que se le ponga en frente al Mesías Tropical y lo venza en las urnas. El resultado sería similar al de la anhelada segunda vuelta. Lo que está en juego es la viabilidad del país. Que conste.