ROXANA JOSÉ VILLA
Con aproximadamente 112 mil defunciones a causa del COVID-19, el panorama estadounidese se torna cada vez más crítico debido a una muerte que poco o nada tiene que ver con este virus, sino con problemas de cáracter estructural e histórico, a saber, la de George Floyd. Y es que ante una pandemia que merma con fuerza a la especie humana, gran parte de la sociedad que conforma a la potencia mundial ha decidido realizar un análisis pronfudo respecto a un elemento que, de forma evidente o no, ha formado parte de su ideología por años, el racismo. Un cáncer social que, en terminos generales, se traduce como discriminación. Patologías que no se erradican con una vacuna, sin embargo, sino con un cambio de raíz. Aunque mucho se debate respecto a si este es o no el momento adecuado para salir a manifestarnos a las calles, tomando en consideración las medidas de distanciamiento que las autoridades médicas han indicado como vitales para contrarrestar los efectos del virus, lo cierto es que cuando el “hasta aquí” o “cuando la última gota de agua que colma el vaso” arriba a la conciencia social, no hay crisis sanitaria que impida el que una persona entre en una crisis interna con las ideas que por mucho tiempo habían venido rigiendo su mente y sus actos más cotidianos. Probablemente los primeros casos de coronavirus tuvieron lugar en Wuhan, China, pero el presente hartazgo tiene impresa una etiqueta: Made in Usa. Justo la misma que tuvo, desde un aspecto económico, la crisis del 2007. Pues desde Minneapolis se ha extendido el grito de “alto” por todo el país, retumbando en otras partes del mundo. Los disturbios han sido de tal magnitud que para contenerlos no solo ha requerido el uso de la fuerza policiaca local en distintas ciudades, sino que los alcaldes de las mismas se han visto en la necesidad de llamar a la Guardia Nacional. Lamentablemente con su intervención se comprueba, como en otras ocasiones se ha hecho, el abuso de poder por parte de estos elementos. Pues, como se expone en diversos medios de comunicación, un señor de la tercera edad resultó gravemente herido al intentar acercarse a dos elementos de la policía en Buffalo, Nueva York. Pese a que Donald Trump ha declarado publicamente que ciertos grupos de izquierda estan siendo protagonistas en las manifestaciones de corte más violento, y aunque no podemos negar que hay algo de verdad en esta afirmación, es importante tomar en consideración que la presencia de estos grupos es menor en comparación con la cantidad de personas que, movilizandose desde la violencia o desde el medio pacífico, demuestran un malestar autentico. Sobre esto ciertas cosas pueden ser dichas, pero para eso debemos partir estableciendo que, de acuerdo con Johan Galtung, existen dos tipos de violencia, una visible y otra invisible. Esta última, que se conforma por la violencia estructural y la cultural, es la más peligrosa. Pues se manifiesta por actos que para el imaginario popular resultan demasiado comunes y, por ende, demasiado vanales como para prestarles la más mínima atención porque invertir esfuerzos en ellos no es sino una completa perdida de tiempo. El peligro de este tipo de violencia es precisamente que es practicamente invisible, ya que no es identificable a través de los ojos, sino desde nuestra capacidad crítica, una que en muchas ocasiones optamos por simplemente no utilizar. Pero, quizás ante las imagenes que circulan en las redes sobre las protestas y en el marco de una situación en la que, al estar tan inundados de muerte, podamos tomar la sensibilidad que circula en el ambiente para buscar el origen, respondiendo a una simple pero compleja cuestión: ¿cómo fue que llegamos a esto? De entrada, cabe indicar que la complejidad de la pregunta radica en que clamar por respuestas sería como “buscar una aguja en un pajar”. Empeñarnos en encontrar el primer momento en que surgió la idea que dió forma a una sociedad tan compleja como la nuestra es algo imposible, porque no solo ha sido una, sino demasiadas. No obstante, lo que sí es factible es empezar a cuestionar el porqué nos comportamos de determinada manera y porqué nos dirijimos de cierta forma a personas con tales o cuales características, cuestionar el porqué es cuestionar el origen, es prestarle atención a aquellos comportamientos que de vanales no tienen nada. Comportamientos y actos que frecuentemente se manifiestan por medio del tipo de violencia más pura y clara que conocemos: la sanguinaria y la letal; tal como sucedió cuando una rodilla presionando sobre el cuello de George Floyd le ocasionó la muerte. La imagen de este suceso, pues, quedó plasmada en una fotografía que ha dado la vuelta al mundo, ocasionando, al primer vistazo, un malestar. Son los ojos del observante y quizá el sentido común que este posee y que le ocasionan cierta aberración a la muerte los que generan ese malestar mencionado, pero la indignación llega cuando se logra entender que, aunque Derek Chauvin asesino a Floyd un 25 de mayo de 2020, ese capítulo de la historia fue escrito hace mucho tiempo. Es decir, Derek fue programado para matar a Floyd desde antes de su nacimiento, justo de la misma forma en que a Floyd lo mataron antes de que entrará en contacto con esto que llamamos vida y existencia. Ese grado de indignación, pues, es el que experimentan las personas que se manifiestan en Estados Unidos y en México, sea por la muerte de Floyd en Minneapolis o la de Giovanni López en Jalisco. Un malestar tal que los hace tomar el problema social y exponerlo de una forma en que todos puedan percibirlo, a través de las pupilas. Porque, citando la frase de José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia, si no la salvo a ella no me salvo yo”.
Por otro lado y ya desde el espectro más político, es certero afirmar que si la llegada del COVID-19 y el manejo de la crisis por parte de Donald Trump y su equipo, así como el reavivamiento de la crisis comercial de EE.UU. con China y sus respectivas repercusiones en sus tratos comerciales ya habían obscurecido el camino del republicano hacia la reeleccción, ahora esta situación y su evidente reacción ante esta podrían ser el golpe final a su campaña. Aunque un elemento tiene mayor importancia entre todos estos, siendo este el factor económico, sobre todo porque el curso de la historia ha demostrado que uno de los puntos débiles de los estadounidenses es presicamente este, especialmente si se toma como ejemplo a Bill Clinton, cuyos escandalos pasaron a segundo término cuando el pueblo se mostró satisfecho debido a que relamente logró fortalecer la economía, que era una de sus promesas de campaña. De hecho, la cuestión económica, al vincularse con el elemento de la desigualdad social, es la razón por la cual, según expertos, las manifestaciones en Estados Unidos sean tan diversas. En fin, queda estar atentos ante la situación mundial en el que claramente ha sido un año muy difícil.