Empresarios abandonan a sus agremiados
ÁNGEL ÁLVARO
En México la falta de representación real se convierte en un problema cada vez más grave. Produciendo desconfianza en los liderazgos que deben ser naturales en toda democracia.
Todo empezó cuando diputados y senadores sólo visitaban a quienes votaban por ellos cuando necesitaban su voto y después se olvidaban de sus necesidades y de las promesas que les hicieron, creando una brecha entre representantes y representados, dejando en el desamparo a quienes todavía confían en las representaciones legales.
La más clara distancia entre líderes y seguidores, entre dirigentes y agremiados, son los empresarios en México.
Por un lado, vemos que los líderes de la Confederación Patronal de la República Mexicana, José Medina Mora; Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar Lomelín; Gustavo de Hoyos, expresidente nacional de la Coparmex, entre otros, muestran una postura diferente a los afiliados a estas confederaciones quienes, por separado, se adaptan a los tiempos y normas que la actualidad impone.
No olvidemos que personajes como Yeidckol Polevnsky, actual diputada plurinominal electa y expresidenta de Morena, proviene de la Canacintra. Es decir, los empresarios buscan el liderazgo de su gremio como trampolín para puestos públicos, ya sea dentro del gobierno o como parte de la oposición, mientras que sus afiliados buscan desesperadamente la protección y asesoría que sus agrupaciones deben darles por el simple hecho de pertenecer a esos organismos.
Habitualmente los empresarios eran un grupo de presión que influía en las decisiones del gobierno, sus peticiones eran lógicas, pero no por ello legales. Tenían que ver con descuentos en las cargas fiscales, con prórrogas de pagos tributarios, con asesoría legal, con apoyo a nuevos emprendedores, etc. Nada en lo que no pudieran coincidir intereses comunes.
Estas prestaciones fortalecieron en números a las diferentes cúpulas empresariales a grado tal que llegaron a convertirse en grupos de poder dentro y fuera del poder político.
Ahora, ante una sorpresiva actitud del gobierno, los integrantes de las cúpulas empresariales prefieren el protagonismo individual a la defensa de los intereses de sus agremiados, donde el desinterés raya en el delito.
Un ejemplo claro de este tipo de divorcio entre la cúpula y los empresarios es lo sucedido al empresario José Antonio May González, propietario de la Comercializadora de Abarrotes Maga SA de CV, en Río Blanco, Veracruz, quien denunció la irrupción violenta e ilegal de policías ministeriales e integrantes de la Unidad Especializada en Combate al Secuestro (UECS) de la Fiscalía General del Estado en una de las bodegas de su negocio, quienes, sin una orden de cateo, y con el pretexto de que en esas instalaciones tenían escondida a una persona secuestrada -lo cual no era cierto-, insultaron, amenazaron, golpearon y torturaron a los trabajadores que se encontraban en ese momento en el lugar, según mostró en un video el empresario.
Por si fuera poco, May González asegura que se llevaron millón y medio de pesos que se encontraba en la bodega y que estaba destinado para el pago a proveedores y de la nómina.
May González pide ayuda al presidente de la república porque nadie hace nada por intervenir a su favor, ni siquiera los líderes de los empresarios que dicen estar atentos a la suerte y destino de sus afiliados.
La primera instancia a la que debería acudir un empresario es a su propia agrupación; sin embargo, en ella no encuentran el mínimo apoyo, a grado tal que el llamado de auxilio es dirigido directamente al presidente de la República, debido a que sus representantes están inmersos en la grilla con objetivos personales.