Hace unos días, leí en el chat de la colonia el siguiente anuncio: "Hola vecinos, les quiero contar una historia bonita. Mi hijo Bernardo de 9 años es un gran aficionado al béisbol. Hace unos meses, mientras practicaba en la calle, descubrió que “Don Lupe”, quien trabaja en la privada desde hace 20 años, es un gran conocedor del juego y lo practicó de manera semi-profesional en su pueblo durante 22 años.
Desde entonces, Don Lupe ha estado jugando y entrenando con mi hijo en sus ratos libres de manera muy seria y profesional. Ahora los dos son grandes amigos.
Un día, Bernardo llego con una idea 100% suya: abrir una academia de béisbol en la privada, para que Don Lupe pueda compartir su pasión y de paso ganarse unos pesos extra que le vendrían muy bien.
Él solito averiguó qué se necesitaba, hizo junto con Don Lupe toda la planificación, fue a la administración a investigar los permisos necesarios y finalmente, después de un par de meses, estamos en posibilidad de hacerles llegar esta invitación.
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Un pequeño verdaderamente grande, Bernardo
A veces se nos pasa la grandeza de las “pequeñas” cosas de la vida, afortunadamente yo me sentí inspirada por este gran pequeño. Inmediatamente me puse en contacto con el padre de Bernardo para hablar sobre esta historia que nos enseña tanto.
Disfruté mucho entrevistando a Bernardo para escribir este artículo, quien con su inocencia y su gran habilidad verbal me relató lo siguiente: Me describió, con una gran alegría que contagia, el día en que salió a practicar muy bien equipado con una raqueta de tennis, pelota cualquiera y guantes de cocina, pero él y su amigo volaron la pelota.
Me aseguró que le pidió a su mamá que lo llevara a clases de beis con una determinación que tantos adultos quisiéramos tener a la hora de perseguir nuestras ilusiones. Me contó cómo se rompió el brazo y acabó en el quirófano en sus primeras clases, pero con una resiliencia que lo hace vencer las dificultades.
Me explicó que después desarrolló su propio juego mezcla de beis y americano con gran entusiasmo y creatividad. Me platicó cuánto practicó en juegos en línea y lo mucho que estudió con videos las múltiples y complicadas reglas de este juego.
En unos cuantos minutos, Bernardo me dio todas esas lecciones: lo importante de ser creativos, saber disfrutar lo que hacemos, ser tenaces y sencillos, ser resilientes, tener confianza en uno mismo pero, sobre todo, lo maravilloso que es sentir pasión por algo. Por que de ahí, se deriva el impulso que lo llevó a desarrollar un plan, llevarlo a cabo, sortear las dificultades, y lograr su meta, y disfrutando verdaderamente cada momento del proceso.
Por eso quise contar su historia por que definitivamente creo que este mundo necesitamos más Bernis. Sencillo, seguro, tenaz, empático, feliz y apasionado. En mi opinión justo de eso carecemos, de pasión para que los niños y los jóvenes se sientan motivados a tal grado de esforzarse… y también los adultos.
También me contó cómo vivió el momento en que Don Lupe lo vió intentando batear y le pidió “¿Puedo intentar?”. Pues sí, le contestó Bernie.
Y se vuelve a sorprender cuando me cuenta “y agarra el bat y que le pega durísimo”. No manches, ¿por qué sabes tanto?", "es que yo jugaba baseball", contestó Don Lupe. Quien atento estuvo escuchando el relato de su amigo/alumno esperando su turno para contarme su lado de esta en verdad linda historia… No te pierdas su relato en mi próxima columna.
Por: Laura Elena Gerdingh