¿A qué fue la congresista demócrata Nancy Pelosi a Taiwán? ¿Jugada acertada? ¿Qué objeto tenía zarandear el avispero precisamente en estos momentos? Hay quien habla de una exitosa estrategia para medir al gigante asiático (y mundial), puede ser también un apoyo —¿qué tan ilusorio?— a una pequeña democracia de la cual China se ufana de ser amo y señor.
Empecemos por decir que los tiempos del orden internacional desde hace decenas de años, si no es que centurias, han cambiado. Épocas en que los países asiáticos, incluida China, debían aguantar que superpotencias como el Reino Unido y los Estados Unidos tuvieran presencia física y de influencia en sus territorios sin poder decir o hacer nada. Hoy, China y diversos países de ese continente son fuerzas políticas en todo el sentido de la palabra y no tienen porqué quedarse ‘solo milando’ como el chinito del chiste.
Pero pareciera que los congresistas demócratas de los EEUU, empezando por su líder, no lo entienden así. O tal vez sí lo comprenden a cabalidad, pero por cuestiones de hacerse de un discurso para consumo interno y de corte electoral con destino al 2024, prefieren ignorarlo. No sin riesgos, evidentemente. Tanto así que diversas fuentes acreditadas en la materia, tanto en el ámbito académico como en medios de comunicación, señalaron que los directivos de las fuerzas de seguridad del gobierno estadounidense, así como el propio presidente Joe Biden, trataron de disuadir a la congresista de emprender el viaje a Taiwán.
Ahora bien, se entiende —hasta cierto punto— que la disminución del poder de Estados Unidos en el escenario internacional lo fuerza a pavonearse, en ocasiones sin sustancia o fortaleza real. Pero mismo desplegar su bravura o sus plumas tendría sus ‘asegunes’ y Pelosi debiera saberlo. Particularmente porque estamos cruzando momentos en que, con seguridad, China también se está viendo forzado a mostrar su enjundia, igual que un gallo de pelea. Esto es, no se trata de una situación en la que figuras estadounidenses podían ir a retar al gobierno chino seguras de que no habría consecuencias, sino todo lo contrario: había la absoluta certeza de que el gobierno de este país iba a reaccionar. Aun así, Pelosi visitó la isla de Taiwán.
Y sí, ya ha habido reacciones por parte del régimen del gran dragón de Oriente. Misiles vivos lanzados a aguas circundantes a Taiwan, sobrevolando su territorio. Sanciones económicas y nuevas restricciones comerciales a la isla.
Ahora bien, ¿a qué llevará este juego de ‘blufs’ (fanfarronería) de ambas partes en pugna? ¿Qué tan serias serán las consecuencias? Posiblemente superficiales o no tan cercanas a una guerra abierta como las que ha vivido el pueblo taiwanés y esa región asiática en otros momentos. Pero, en todo caso, si algo de relevancia ocurriese, como de costumbre lo terminaría pagando Taiwan; no EEUU, no China. Y por eso digo que el símil es como si a ese país fuese un pollo y lo insertaran en medio de una pelea de gallos.
En todo caso, culpabilidad compartida. Por el lado estadounidense pues pone en peligro, innecesariamente, la estabilidad de la región y la integridad del país taiwanés en aras de incrementar la popularidad electoral del Partido Demócrata. Por cuanto a China porque ha habido también una sobre reacción de ese gobierno por algo que no es realmente trascendente: el que Nancy Pelosi, simple legisladora de los Estados Unidos, visitará Taiwán. El gobierno de Xi Jinping también jala agua para su molino con fines nacionalistas, que ni qué.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN