Esta semana se aprobó en el Senado de los Estados Unidos el proyecto de Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés), con el que se pretende impulsar los objetivos propuestos por el presidente Joe Biden en temas de medio ambiente, salud y pago de impuestos. Este proyecto que fue votado por la facción demócrata, más el voto decisivo de la vicepresidenta Harris, en la Cámara Alta incluye propuestas del plan de recuperación previamente anunciado por el presidente Biden.
Si bien se sabía que el ala republicana votaría en contra del proyecto de ley, eso no significa que no existieran diferencias incluso dentro de los mismos demócratas, por ejemplo, el Senador Joe Manchin, de corte moderado, quien obstaculizara la iniciativa previa propuesta por el presidente Biden, “Build Back Better” al considerarla presupuestariamente riesgosa frente a un escenario inflacionario histórico. De hecho, los demócratas tuvieron que abstenerse de presentar sus iniciativas más ambiciosas, además de promover proyectos relacionados a combustibles fósiles en el estado natal de Manchin, Virginia, para que el funcionario considerara “más equilibrado” este esfuerzo, y no es para menos.
Este megaproyecto de 430 mil millones de dólares incluye fijar precios máximos en medicamentos, la inversión en proyectos ambientales que incidan positivamente en la recuperación medioambiental y como resultado de la combinación de estos factores, reducir el efecto inflacionario más alto de los últimos 40 años. Ahora la iniciativa será votada en la Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, para que en caso de ser aprobada pueda ser presentada como ley por el presidente Biden.
Vale la pena destacar que esta iniciativa pretende compensar sus costos e incluso reducir el déficit presupuestario federal en 300 mil millones de dólares por los próximos diez años aumentando impuestos a las megacorporaciones en un 15% mínimo, así como nuevos impuestos a empresas que recompran sus propias acciones, todo bajo la supervisión de un Servicio Tributario fortalecido con 80 mil millones de dólares.
Sin duda se trata potencialmente de una importante victoria para la administración Biden, que comienza a recuperar terreno ante los altos índices de desaprobación frente al manejo de la crisis de salud pública que representó la pandemia por Covid-19, una toma de decisiones pobre en política internacional en donde se intenta reposicionar a Estados Unidos como ese “líder” de occidente sin haber, por ejemplo, generado mayores ecos en su Cumbre de las Américas, además de la polémica visita de la congresista Nancy Pelosi a la isla de Taiwán hace apenas unos días atrás, reactivando las alarmas en el Pacífico.
No obstante, este logro demócrata llega a tres meses de las elecciones intermedias en aras de retener la mayoría demócrata en el Congreso, en la medida de que el electorado vaya percibiendo los primeros beneficios en el costo de algunos productos, en la mejora de atención médica y el contacto con nuevas tecnologías en una balanza energética más equilibrada dada la reducción del costo de las gasolinas en los últimos días.
Más allá de que la recuperación económica estadounidense acarrea algunas consecuencias positivas para el resto del mundo, México juega un rol primordial en este proyecto. El cambio del paradigma medioambiental está siendo sustentado con una inversión histórica en el desarrollo de tecnologías limpias y renovables en industrias estratégicas como la automotriz, su inminente electrificación, y en donde nuestro país juega un rol decisivo en la cadena comercial.
POR AZUL ETCHEVERRY
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