24 de Noviembre de 2024

MALOS MODOS / El caso Cassez-Vallarta / Julio Patán

Columnas Heraldo

 

 

El caso Cassez-Vallarta: una novela criminal, la serie de Netflix sobre, se entiende, la historia de Florence Cassez, basada en el exitoso libro de Jorge Volpi (Premio Alfaguara en 2108), tiene dos virtudes muy reseñables. La primera es la cantidad y sobre todo la calidad de las voces invitadas. El affaire Cassez es particularmente complicado: resulta imposible llegar a conclusiones claras sobre los grados de responsabilidad, o ausencia de la misma, de cada uno de los involucrados, tanto de la protagonista y su pareja, el presunto secuestrador Israel Vallarta, como de las policías o los medios. Bien, pues ahí están no todos, una imposibilidad dado que, por ejemplo, Genaro García Luna está en prisión, pero sí todos los que pueden estar, empezando por la propia Cassez, que habla largamente desde

Francia, hasta su familia, hasta Carlos Loret, hasta Felipe Calderón o incluso el ex presidente Nicolas Sarkozy, abanderado francés en aquella trifulca diplomática entre ambos países.

Esta variedad de testimonios consigue, en efecto, ofrecernos una perspectiva amplia y minuciosa del caso, con un detalle que constituye, de hecho, la segunda virtud de la serie: esa multitud de voces discordantes, voces encontradas, voces con perspectivas diferentes y hasta opuestas, es una apuesta por la amplitud de perspectivas, no por la equidistancia o la neutralidad.

Porque la equidistancia implicaría una falta de voluntad crítica que no está en la serie, muy crítica, antes que nada, con el sistema mexicano de justicia, desde las policías hasta los jueces. Esto, sobra decirlo, la hace de una conveniente actualidad.

Por la brutalidad como método de investigación, por el desaseo, voluntario y no, de la investigación, por las mentiras y por las sospechas de corrupción, la historia de Cassez y Vallarta es, sobra decirlo, de una espeluznante actualidad. Vaya: lo era hace cinco o siete años, pero desde luego lo es hoy, cuando discutimos la aberración de la prisión preventiva oficiosa, con los ejemplos infames de los tres años de prisión de Rosario Robles, inentendibles desde el punto de vista de la justicia y perfectamente entendibles desde la óptica de la venganza política, o, claro, el más reciente de Murillo Karam, refundido, a sus 74 años, por razones que nada tienen que ver con un estado de derecho en forma: está claro que sus pecados no están debidamente documentados, para sorpresa de nadie.

Aunque el caso ejemplar es el de Vallarta, que lleva más de 16 años encerrado, sin sentencia en contra.

Así, la serie estrenada hace unos días es un acabado testimonio de aquella época, la época infernal de los secuestros, pero también una radiografía de la más disfuncional de nuestras instituciones, ayer y hoy. No es poco. Dirige Gerardo Naranjo, al que recordarán, entre otras, por Miss Bala.

POR JULIO PATÁN