28 de Noviembre de 2024

DESDE AFUERA / Lula, do Brasil brasileiro / JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

Columnas Heraldo

 

 

De creer a algunos analistas, la elección de Luiz Inácio Lula da Silva lo convierte en el interlocutor automático, a nombre de América Latina, del presidente estadounidense, Joe Biden.

Después de todo, Lula da Silva es el hombre-milagro. Su triunfo del domingo no sólo salva a Brasil de la dictadura derechista y consolida los triunfos de la izquierda latinoamericana, sino lo convierte en su portavoz frente a las potencias, sean Estados Unidos, China o Rusia.

Es Lula, el líder que esperaba la izquierda de América Latina, como dijo en su momento el presidente argentino Alberto Fernández.

Pero... Ojalá fuera cierto.

Sin tratar de negar merecimientos a Lula da Silva y mucho menos ignorar una biografía de lucha, una gran parte de su problema será cumplir las expectativas que despertó en su propio país, menos por los compromisos que él haya hecho que por el entusiasmo de quienes lo apoyan, especialmente de lejos.

La realidad de Brasil aconseja prudencia y Lula da Silva, curtido en décadas de luchas sindicales y nacionales, ha sido calmado y bastante más cauto que sus presuntos correligionarios regionales.

El ahora presidente electo de Brasil enfrentará un Congreso hostil, liderado por partidarios del derrotado Jair Bolsonaro, que se yergue como líder de 49.1 por ciento de los brasileños y por tanto es el jefe de una fuerte oposición.

Peor aún, hay pesimistas augurios respecto a la economía y al margen del papel público que asuma Bolsonaro, la labor de Lula da Silva será en mucho reparar el daño hecho y el deterioro de instituciones nacionales, particularmente en lo que se refiere a la protección de la Amazonia y el medio ambiente en general, la educación y la investigación, así como los derechos de las mujeres, grupos indígenas y afro-brasileños.

Algunos expertos, como Peter Hakim, presidente emérito del Grupo Diálogo Interamericano de Washington, consideran que el principal trabajo de Lula será restablecer la confianza de los brasileños en el gobierno de su país, incluso entre sus propios votantes, y moderar la polarización extrema de la nación, amén de reconstruir la reputación de Brasil como un socio serio, competente y confiable en América Latina y en el mundo.

Y ese no va a ser un trabajo fácil.

De entrada, empezará su gobierno con un país polarizado, donde tiene el rechazo de casi la mitad de los votantes, que no es poco. Acercarlos va a ser una labor ingente, pero deberá tratar.

Pero hay muchos que esperan milagros. Los brasileños quizá menos que quienes desde fuera parecen desear que Lula da Silva se encargue de convertir a la izquierda regional en un bloque verdadero y homogéneo.

El trabajo de Lula es resolver los problemas de Brasil, amén de que ya en sus primeros mandatos, hace poco más de una década, mostró que como tal comparte visiones de su país como la potencia hegemónica regional. Como brasileño tiene razón. El problema es para los demás. 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS