En el documental The Fog of War, el cineasta Errol Morris desmenuza el método gerencial de Robert McNamara, quien fuera secretario de defensa de los presidentes Johnson y Kennedy, y ejecutivo de Ford por más de 15 años. Se basaba en dos principios básicos: “maximizar la eficiencia” y “obtener los datos”. Para poner en marcha políticas públicas, la lógica rectora de McNamara sigue siendo vigente: ¿Cuáles son los objetivos?, ¿a qué restricciones presupuestales, sociales, políticas nos enfrentamos?, ¿cuál es la manera más eficiente de asignar recursos? En la semana que concluye, dos estudios sobre brecha salarial entre hombres y mujeres vieron la luz: uno de México, ¿Cómo vamos? Y otro del IMCO.
Los datos extraídos de las encuestas del Inegi (ENOE y ENSU) e IMSS, que viven en el portal mexicocomovamos.mx, documenta seis grandes brechas de género: empleos formales (IMSS), participación en mercado laboral remunerado, pobreza laboral, informalidad, percepción de inseguridad y jornadas laborales sin paga.
Las mujeres padecen más pobreza laboral y trabajan por una menor paga. Las brechas salariales por sexo se deben –de acuerdo con el mismo think tank– al mayor número de horas que las mujeres dedican a labores no remuneradas dentro del hogar realizando tareas domésticas.
Muchas mujeres se emplean en la informalidad donde son mucho más vulnerables de ser despedidas y padecer injusticias a manos de sus empleadores. El estudio del IMCO establece que la mayoría de las mujeres (70%) gana menos de dos salarios mínimos al incorporarse a la vida productiva, y pocas de ellas crecen durante su trayectoria profesional. Aunque entre 2005 y 2010 se observó una mejoría en la brecha de ingresos por género, que disminuyó cuatro puntos porcentuales, en los siguientes nueve años, de 2010 al 2019 la brecha se estancó entre 15 por ciento y 16 ciento.
El punto más bajo se observó durante la pandemia derivada de la COVID-19, cuando la brecha de ingresos se estrechó hasta 11 por ciento, debido a que las mujeres con menos ingresos salieron del mercado laboral aunado a una caída en el ingreso de los hombres.
Actualmente, la brecha es de 14 por ciento, es decir, por cada 100 pesos que recibe un hombre, una mujer recibe 86. Pero esa realidad injusta se ha visibilizado cada vez más. Y las contiendas electorales por los próximos tres años serán entre mujeres y para mujeres.
Los políticos o candidatas que quieran buscar puestos de elección popular tendrán que interiorizar esta problemática y acuñar programas encaminados a igualar y emparejar el piso para generar equidad real entre hombres y mujeres.
Los candidatos o candidatas que no centren sus campañas en las mujeres y dirijan su oferta programática de política social para ellas (continuidad del salario rosa, restauración del seguro popular, estancias infantiles y escuelas de tiempo completo, por mencionar algunas) no tendrán la más mínima oportunidad de alcanzar el éxito y serán condenados a la desventura.
POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO