24 de Noviembre de 2024

ENVÍO DIPLOMÁTICO / El Diplomático mexicano / David Nájera

Columnas Heraldo

 

 

El 8 de noviembre de 1821, menos de dos meses luego de la entrada a la Ciudad de México del Ejército Trigarante, el nuevo gobierno decretó la creación de un cuerpo profesional de servidores públicos responsables de representar a México y sus intereses en el exterior.

El nacimiento del hoy denominado Servicio Exterior Mexicano (SEM), sucedió entre el entusiasmo de una nueva nación y la incertidumbre ante lo desconocido. En lo internacional, entre eso desconocido por poco practicado, estaba el ejercicio de establecer relaciones con otras naciones, esfuerzo que hasta el momento había estado limitado a procurar reconocimiento y avituallamiento para los insurgentes, como bien lo recordase el embajador Carlos González Parrodi en sus reflexiones sobre el servicio exterior en la historia de México.

El inicio independiente no era ajeno en lo absoluto a la geopolítica. Eran las ambiciones expansionistas de otros países o el esfuerzo por acotar a España, las motivaciones principales de aquellos extranjeros interesados por establecer vínculos con México. Al mismo tiempo, a nuestro país le urgía el reconocimiento internacional para cimentar la independencia no reconocida aún por Madrid y obtener empréstitos para su hacienda pública.

Desde un principio, Estados Unidos fue una amenaza y oportunidad, como lo fue el interesado acercamiento inglés. Consideremos, además que desde ya, éramos la frontera entre dos mundos de habla y religión distinta y eso también nos convirtió en una frontera ideológica en un mundo que apenas tenía algunas docenas de países formalmente establecidos. El contexto geográfico y social, así como los recursos naturales de México han sido origen y destino de nuestra presencia en el mundo. Muy probablemente es por esa vastedad y nuestra herencia cultural de arraigo en tierras y costumbres, la razón de que no seamos una nación de ambiciones expansionistas.

A lo largo de nuestra historia, la práctica diplomática mexicana ha debido pugnar por reconocimientos, abrir mercados, gestionar deudas y defender la soberanía, como grandes tareas. Es en el ejercicio de la política exterior en donde crecientemente se ha definido la salvaguarda nacional. Al paso de la historia se sumaron tareas como la cooperación internacional para el desarrollo, la protección de los mexicanos en el exterior, atracción de inversiones y promoción comercial y turística.

En 1967, Mario Moreno “Cantinflas” en su película “Su Excelencia” hace un ameno retrato de la acción de la diplomacia. El autor del guión, Marco A. Almazán, fue miembro de carrera del SEM y su retrato de personajes sigue siendo actual y es un mosaico de la sociedad mexicana, de su clase política y la predominancia de grandes valores en nuestra forma de ver al mundo. Con más de ciento treinta millones de habitantes y un peso internacional evidente en lo económico, ambiental y comercial, México no está exento de lo que acontece en el mundo. No lo estuvo en su origen independiente, menos lo está hoy y su mejor instrumento de vinculación y corresponsabilidad, es su diplomacia. En la fuerza de sus argumentos ha procurado la paz, el entendimiento y la apertura a oportunidades; por eso promovemos los grandes valores y compromisos multilaterales como una forma de plantar a nuestro país ante el mundo.

Por ello nuestra diplomacia se sustenta en el diálogo y este florece mediante la profesionalización y capacitación constante de sus miembros profesionales. Como escribiese Alfonso Reyes, el gran escritor y diplomático de carrera “Yo creo, con plena fe y devoción perfecta, en la siembra de la palabra.”

En el CCI aniversario de la creación del servicio exterior mexicano, el escaso millar de las y los diplomáticos mexicanos siguen haciendo de la palabra, su instrumento de trabajo por los intereses nacionales.

POR DAVID NÁJERA