“El futbol une a personas y naciones. Hay un hilo común de esperanza y respeto. El futbol expande el mundo, une a las naciones en su amor por este precioso juego. Lo que hace a las naciones estar juntas, hace estar juntas a las comunidades…”, las anteriores son las palabras que Morgan Freeman pronunció durante la ceremonia inaugural de Qatar 2022. Su presencia fue tan inesperada como las palabras que expresó junto a Ghanim Al-Muftah, un joven influencer también conocido como El Niño Milagro de Qatar, quien nació con Síndrome de Regresión Caudal, una enfermedad que lo hizo nacer sin la mitad de su cuerpo. El mensaje, la imagen de ellos juntos en un momento que atraía los ojos del mundo, la escena final, ambos casi tocándose con los dedos, dio la vuelta al planeta. ¿Una estrategia de la FIFA para curarse en salud ante las críticas por las condiciones en que se realiza esta justa mundialista?
Este encuentro deportivo, como ningún otro, ha estado empapado de cuestionamientos desde que se conoció que Qatar sería sede. No es gratuito. En ese país gobierna una monarquía, obedecen al Corán, las mujeres viven bajo tutela de un hombre, no tienen potestad ni de sus propios hijos, no pueden trabajar sin autorización y, de plano, no asisten a ciertos lugares de esparcimiento, está prohibido, por mencionar algo. Las relaciones entre personas del mismo sexo son castigadas con prisión. Además, sus políticas laborales permiten el contrato de migrantes, pero bajo condiciones que cada empleador impone.
Qatar, un país en donde existe una Policía de la Moral, ¿anfitrión de un evento de esta dimensión? Pues sí, y con todo y críticas, ya inició el Mundial en este territorio. Lo interesante ahora es comenzar la revisión de los varios aprendizajes que nos dejará, entender hasta dónde podemos llegar a partir de una discusión necesaria.
En los últimos días, con el inicio de la justa mundialista, organizaciones no gubernamentales y figuras públicas han recordado la situación que los derechos humanos ocupan en la agenda catarí, como el no conceder a las mujeres el derecho a decidir, ya no digamos sobre su cuerpo, sino sobre su forma de vestir; lo mismo para la comunidad LGBTQ+ o los escándalos de corrupción y explotación laboral, al grado que 15 mil trabajadores murieron en obras relacionadas al Mundial, según reportó Amnistía Intencional. Incluso aparecieron polémicas a través de figuras que por esos motivos rechazaron participar en el evento principal de inauguración y shows alternos. Lo hicieron Dua Lipa, Rod Stewart y Shakira. El grupo mexicano Kabah se sumó al grupo de artistas que declinaron participar en espectáculos alrededor del torneo de futbol. En contraste, el colombiano Maluma participó y defendió su derecho a ser parte de un evento con fans, a pesar de una avalancha de críticas que recibió tras abandonar una entrevista con la televisión israelí, en donde le cuestionaron si conocía la coyuntura catarí y si, además, ésta le importaba.
Ayer mismo, la FIFA anunció sanciones a los jugadores que porten el llamado brazalete One Love, promovido por la Federación de Futbol de los Países Bajos, con el que se haría un reconocimiento a la comunidad LGBTQ+. Finalmente, nadie lo usó, ganó la amenaza del castigo.
Los turistas que hoy están en Qatar deben cumplir con normas precisas de comportamiento o atenerse a las consecuencias. No hay siquiera permiso para tomar una cerveza dentro o en los alrededores de los estadios. El Mundial de futbol más controlado de la historia.
“Lo que nos une es más grande de lo que nos divide. Somos una gran tribu y la Tierra es nuestra tienda. Juntos podemos hacer el llamado para que todos nos unan. Esta es una llamada al mundo entero…”, otras palabras de Freeman durante la ceremonia de inauguración de Qatar. Vaya lección, tal vez involuntaria, a la que el futbol nos obliga. Por lo pronto, ya puso el tema de la inclusión sobre la mesa.