“De Mérida a Campeche hay 184 kms y se han tendido 37 kms de vía, o sea, el 20%. Parece poco, pero no son tacos de cochinita pibil ni pan de cazón. El Tren Maya va”. Tiene razón López Obrador, construir dicho tren ha sido mucho más complicado, infinitamente más complejo que un buen guisado; amén de una desforestación tremenda de la cual nadie da cuenta, ni tampoco de dónde van a parar toneladas y toneladas de maderas preciosas.
En una mañanera de tantas, López Obrador acusó a Grupo México por el incumplimiento de contrato respecto a la construcción del Tren Maya en el tramo que va de Playa del Carmen a Tulum (tramo 5 sur). El consorcio refutó la mentira del inquilino de Palacio. Corrigió al mandatario exponiendo que el contrato para construir el Tren Maya tuvo una terminación anticipada, ante “la imposibilidad técnica” para realizar el proyecto en 11 meses y entregarlo en julio de 2023. Esto es, debido al capricho del jefe del Ejecutivo federal de adelantar la terminación de la obra, sin conocer las dificultades técnicas. La empresa, de manera congruente y ante todo honesta, y entendiendo la seguridad que deberá proveer el Tren a sus usuarios, prefirió dar por terminado el contrato.
Pero, como ya es costumbre, López Obrador en lugar de entender las razones y también velar por la seguridad de quienes usarán en un futuro el Tren Maya, se enojó; y, sí, una vez más meterá al ejército sin límite de gastos, para que el tren esté concluido a tiempo... A tiempo de generar alguna tragedia o resultar inaugurado, pero inservible.
Las formas, la seguridad y el cuidado de las zonas arqueológicas y naturales poco importan con tal de cumplir el capricho del emperador (el sustantivo le va bien, la duda es si es porque vive en el Palacio Virreinal, porque es El Rey del Cash y convocante a las marchas, o porque busca emular a los emperadores mayas que condenaron a sus pueblos a la extinción). Total, una obligación más al ejército, que poco o nada tiene que ver con procurar un beneficio a los mexicanos.
La imposibilidad técnica señalada por Grupo México se amplía con los cambios de tramo que se dictaron de último momento desde el gobierno, acompañados de la certeza de la destrucción de restos arqueológicos y cenotes, sin olvidar los millones de árboles talados. El daño patrimonial en términos culturales, ecológicos y maderables no tiene parangón.
También la evidente “imposibilidad” generada por el mismo gobierno, al destinar al Tren Maya el 94% de los fideicomisos del sector turístico (sí, ese tipo de fideicomisos que no deben existir, según López Obrador). El presupuesto federal para el 2023 considera más de 145 mil millones de pesos para el Fondo Nacional de Fomento al Turismo. De ese total, 143 mil 73 millones 333 mil 362 pesos serán para el Tren Maya…
El presupuesto raquítico restante deberá ser suficiente (misión imposible) para impulsar todo el turismo en el país (promoción, apoyos, asistencia, señaléticas en diferentes idiomas y un larguísimo etcétera).
Grupo México tiene razón. La imposibilidad de construir una línea ferroviaria de más de 1500 kilómetros en el corazón de la selva existe, es real. Y no radica —o no únicamente— en cuestiones técnicas como los fierros y balastros utilizados. Estriba también en el daño irreparable que se está causando en la región, en la poca viabilidad como negocio, en no ceñirse a parámetros de costo razonables, en los factores de riesgo e inseguridad que genera.
Después de todo, ante una férrea obstinación, hay la imposibilidad de escuchar razones y actuar en consecuencia.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN