Es muy posible que vivamos –en el futuro cercano– la caída del régimen absolutista y opresor que produjo la revolución islámica, liderada por el Ayatola Khomeini en 1979.
A diferencia de otras revoluciones y movimientos libertarios del pasado, la tiranía islamista iraní será derrocada por el poder de las mujeres y su espíritu transformador. En septiembre pasado, Mahsa Amini, una joven iraní de 22 años, murió bajo la custodia de la “policía de la moral”, tras ser detenida por llevar su hiyab supuestamente mal puesto.
En los meses subsecuentes, Irán ha estallado en protestas que no han cesado a pesar de la brutal represión del gobierno de los ayatolas. De acuerdo con organizaciones en favor de los derechos humanos, han muerto al menos 402 personas y 16 mil 800 han sido detenidas.
Las protestas provocadas por la muerte de Mahsa Amini, el 16 de septiembre, posiblemente son equiparables a las manifestaciones que provocaron la caída del Sha, en 1979. Amini también ha sido comparada con la figura de Mohamed Bouazizi: el tunecino cuya autoinmolación dio lugar a la Primavera Árabe.
Las protestas en Irán han sido un acontecimiento mediático y ha puesto los reflectores sobre la manera en que las mujeres han sido subyugadas por los mulás de la República Islamista Iraní.
En México, la violencia en contra de las mujeres se ha exacerbado en las últimas décadas. De acuerdo con el Inegi, en 2021, a nivel nacional, del total de mujeres de 15 años y más, 70.1 por ciento han experimentado al menos un incidente de violencia, que puede ser psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminatoria.
La violencia psicológica es la que presenta mayor prevalencia (51.6 por ciento), seguida de la violencia sexual (49.7 por ciento), la violencia física (34.7 por ciento) y la violencia económica y/o patrimonial (27.4 por ciento). Necesitamos un movimiento global para poner fin a todas las formas de violencia hacia las mujeres y que fortalezca los movimientos que buscan exhibir los abusos cotidianos en contra de mujeres y niñas.
Ese movimiento cultural bien puede iniciar en el centro del país y tener como epicentro a la Ciudad de México o al Estado de México. Se debe seguir empoderando a las mujeres con políticas públicas que les permitan obtener ingresos por su incorporación al mercado laboral, como las estancias infantiles y las escuelas de tiempo completo. O mejor aún, las que contribuyan al gasto familiar como el Salario Rosa, por ejemplo.
Las mujeres se han convertido en las mayores agentes de cambio en este país y en el mundo. Todo indica que son ellas quienes representarán el freno en contra de las autarquías populistas que tienen secuestrado al continente americano y amplias regiones del mundo.
POR ALEJANDRO ECHEGARAY