La convocatoria que lanzó el Presidente para dar forma al “humanismo mexicano” tiene una cara bifronte. Hacia el pasado, se trata de sistematizar y de extraer todas las consecuencias que están condensadas en la práctica política del obradorismo. Hacia el futuro, permite proyectar la continuidad del movimiento más allá de su líder.
Es en este segundo registro en donde la obsesión del frente opositor con el liderazgo carismático de López Obrador vuelve a encontrarse con el doloroso límite de la realidad. Es innegable la capacidad de convocatoria que genera el presidente, pero anclar la explicación exclusivamente en su carisma pierde de vista que su vínculo con el pueblo se forjó al calor de un discurso refrenando en la acción política y sostenido luego en medidas concretas.
No es casualidad que López Obrador haya rubricado su doctrina ahora cuando el 2024 aparece un destino definitivo. Se trata de su último legado político y, tal vez, de su más ambiciosa apuesta. El contar con una doctrina le permitiría su movimiento arraigar su identidad en un corpus normativo capaz de orientarlo en el futuro y trascender la propia vida de su conductor.
En efecto, el llamado a pensar el “humanismo mexicano” es un genuino acto de despersonalización de un movimiento que se formó y se alineó a través de un liderazgo personal. Se trató, entonces, del velado inicio de una despedida. Ya habrá tiempo para balances, pero el Presidente se retirará de la política habiendo honrado ese vínculo con el pueblo.
Este “hacerse texto”, tiene una ventaja más. Como no podía ser de otra manera, su sucesión destapa pasiones que sólo se harán más intensas. Es una situación inédita para un partido joven que creció muy rápido. El contar con una doctrina permitirá organizar la discusión interna, estableciendo un muy necesario eje de debate, pues los aspirantes tendrán que hacer explícita su interpretación sobre el humanismo mexicano.
De esta manera, el gesto del Presidente juega a favor de la unidad pues ayuda a ubicar la disputa en el registro de las propuestas, de la diferencia de énfasis, en la discusión ideológica y programática. Este elemento no sólo puede ayudar a ubicar alternativas al interior del movimiento, sino que también se ofrece como un vínculo entre ellas, elevando lo que se comparte al rango de doctrina.
POR ADRIÁN VELÁZQUEZ RAMÍREZ