24 de Noviembre de 2024

APUNTES DE GUERRA / Golpes / GABRIEL GUERRA

Columnas Heraldo

 

 

Nadie podría culparles, queridas lectoras y lectores, si lo primero que les viene a la mente cuando leen la palabra “golpe” es un Golpe de Estado.

De hecho, acabamos de ver cómo en el Perú se dio un intento de golpe que sería de risa loca si no fuera tan grave y sus consecuencias tan terribles, y es que el entonces presidente Pedro Castillo decidió “disolver” al Congreso para gobernar por decreto, sólo para toparse con que el Congreso no le hizo el menor caso, como tampoco lo hicieron ni las Fuerzas Armadas ni su propio gabinete, que le renunció en el acto.

Vaya, hasta sus propios escoltas se negaron a ser parte de esa comedia y lo entregaron a la policía, que procedió a detenerlo mientras enfrenta cargos por sedición. De que inició su intentona a que lo entregaron a la comisaría transcurrieron poco menos de 180 minutos. Pero eso fue en Perú, no demasiado alejado de otros países que han visto su cuota de atentados en contra de la democracia, como Venezuela, Nicaragua, Honduras, El Salvador o, hace no mucho tiempo, Ecuador y Bolivia.

Y de EU mejor ni hablemos… Estamos de acuerdo en que ya no nos sorprende demasiado lo que pueda suceder en nuestro hemisferio, pero ¿qué dirían ustedes si los llevo de paseo a las Europas? Porque resulta que en Alemania (sí, en Alemania), los servicios de inteligencia acaban de frustrar un largamente preparado y bien financiado plan para derrocar al gobierno. Una serie de redadas a lo largo y ancho del país pusieron al descubierto una red de conspiradores encabezada por un personaje de la nobleza (sic) alemana, que pretendía ser su nuevo emperador.

El presunto tiene un dudoso derecho al trono: es decimoséptimo en la línea de sucesión de una nobleza ya abolida, el príncipe Enrique XIII era un próspero corredor de bienes raíces que un buen día decidió asomarse a una red de conspiranoícos que plantea, entre otras cosas, que la República Federal de Alemania no existe como tal porque su ocupación después de la 2a Guerra Mundial fue ilegal. Por lo tanto, el Reich (o reino) alemán subsiste y la monarquía debe continuar. ¿De risa? Sí y no, porque los conspiradores lograron reclutar a integrantes en activo de las fuerzas armadas alemanas, incluidos grupos de élite y de inteligencia, y a una jueza.

El operativo policiaco detuvo a decenas de sospechosos en 11 estados federales de Alemania, decomisó armas y listas de “enemigos” que debían ser arrestados o asesinados durante la ejecución del golpe. La fragilidad o solidez de las instituciones democráticas a veces depende de un liderazgo carismático que las asedia o defiende, pero también del grado de credibilidad de las teorías de conspiración o de las falsedades que se difunden, a veces presuntamente para “salvaguardar” la democracia. Por eso, a la hora de ver quién es quién, conviene recordar que la democracia sólo se construye y se defiende con demócratas.

POR GABRIEL GUERRA

COLABORADOR