Margarito Escudero Luis
A pesar de todas las prevenciones que están tomando en cuenta, la temporada que dure cerrado el puente Coatzacoalcos Uno será caótica para todos aquellos que acostumbran pasar por esa vía de comunicación varias veces al día.
De entrada mover a más de 30 mil trabajadores diariamente, será una gran obra, pues los únicos caminos que quedan son el cruce de lanchas y el puente Antonio Dovalí Jaime, tomando en cuenta que la mayor concentración de personas se da en el Coatza Uno.
O sea, que el paso de lanchas estaría saturado, aunque se disponga de más naves, la zona sería una locura, si de por sí los taxistas provocan un congestionamiento diario a cualquier hora del día, basta imaginar lo que sucederá justo a la hora cuando los trabajadores se dirijan a sus centros laborales.
Sin duda el impacto será considerable para la zona industrial y para el comercio en el centro de la ciudad.
La temporada vacacional comienza, lo que aumentaría el flujo de visitantes a esta ciudad, ya fuera para esparcimiento o para realizar compras, sobre todo en las áreas de las plazas, en el poniente de la ciudad, puesto que es considerable el número de clientes que viajan desde Agua Dulce, Las Choapas o Nanchital y que generalmente cruzan el río por el puente Uno, ahora tendrían que hacerlo por el Dovalí Jaime, lo que sería una gran pérdida de tiempo.
Lo ideal sería pasar el río a través de las lanchas, pero…
EL DESTINO NOS ALCANZÓ
Todos los ciudadanos que tuvieron la oportunidad de vivir aquellos históricos tiempos, cuando se construía el puente Coatzacoalcos Uno, jamás se imaginaron que llegaría un momento en que el coloso representaría un problema para los habitantes de esta zona.
Fue traído para ayudar al crecimiento económico e industrial de esta región, cumplió con su cometido puesto que ahora vivimos en medio de uno de los emporios petroquímicos más grandes de Latinoamérica, pero también creció el orgullo y la soberbia, y ese gran puente, hoy representa más un estorbo y peligro, que una vía segura de comunicación.
Obviamente, la culpa no es del puente, sino de los encargados de prevenir que no suceda lo que ahora vivimos; es decir, siempre que se hace una obra como esta, se previene un tiempo de vida útil; es decir, que con tiempo de anticipación se sabía que el puente dejaría de funcionar al cien por ciento en algún momento (o sea este) y que era indispensable contar con una vía alterna, pero al parecer, a nadie le importó.
Lo que está sucediendo ahora, se debe a la falta de planes oportunos y de voluntades políticas, pues a pesar de que los gobernantes en turno se llenan la boca con el gran progreso que representa la zona industrial de esta región sur, dejaron en el abandono las otras partes que se requieren para que todo funcione a la perfección.
De siempre han sido las quejas por las calles destruidas que circundan los complejos petroquímicos, que deben servir como rutas de escape en caso de una emergencia, de igual forma, hubo contantes reclamos por la falta de mantenimientos a la carretera, a pesar de que se paga un peaje constante, incluso los mismos habitantes de la zona, tienen que pagar por circular en su casa.
Ahora las preguntas surgen, ¿Cuánto tiempo durará la reparación que se le hace al puente?, ¿se construirá otro coloso? ¿O se espera que lo haga la iniciativa privada que será la dueña de los complejos?
Porque una vez que la iniciativa privada, sea extranjera o nacional, se lance a invertir su dinero, exigirá al gobierno mejores condiciones para sacar sus productos, mejores caminos, vías de ferrocarril, bajo costo del peaje, en fin solicitarán una serie de privilegios que, sin duda, le serán otorgados.
No se vale que los ojos se pongan solamente en las necesidades de las grandes empresas, la sociedad también necesita desarrollarse plenamente y la industria no es una garantía para el desarrollo social; pues si así fuera, las condiciones de la gente que vivimos aquí, serían otras, habría mejores servicios, mejores calles, áreas de esparcimiento, más y mejores escuelas, pero todo eso, queda solamente en buenas intenciones o en promesas de campaña.
El equilibrio es indispensable, la ley del embudo perderá vigencia en algún momento.
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