América Latina estará mañana en los ojos del mundo: Guatemala celebrará su segunda vuelta presidencial y Ecuador la primera. Ambas jornadas están precedidas por una ola de violencia y disturbios políticos que pueden terminar de romper la débil línea de sus democracias.
La segunda vuelta presidencial de Guatemala verá a una exprimera dama, Sandra Torres, competir contra el hijo de un expresidente, Bernardo Arévalo, culminando una carrera problemática que ha preocupado a los observadores sobre el futuro de ese país.
En este sentido, se acusa al aún presidente Alejandro Giammattei de querer alterar los resultados de la primera vuelta electoral del pasado 25 de junio, que sorpresivamente puso a Arévalo como segundo lugar.
Arévalo, quien se desempeñó como embajador en España, enfrentó intentos de descalificarlo. Un tribunal guatemalteco suspendió a su partido Movimiento Semilla a pedido de Rafael Curruchiche, quien encabeza la Fiscalía Especial contra la Impunidad y está incluido en la lista Engels del Departamento de Estado de EU para “actores corruptos y antidemocráticos”.
La corrupción es un mal enquistado en Guatemala. El expresidente Álvaro Colom, esposo de Sandra Torres, estuvo en prisión por esa causa. Hoy, ella es favorita para ganar los comicios, pero también tiene cola que le pisen.
En noviembre de 2022, Torres salió de prisión después de que un juzgado guatemalteco decidió cerrar el caso donde había sido acusada de financiamiento electoral ilícito, supuestamente cometido durante los comicios de 2015, que perdió con el comediante Jimmy Morales.
Súmele que, con la salida en 2019 de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), encargada de combatir la corrupción y el crimen organizado, la credibilidad y la certeza son prácticamente inexistentes en ese país.
La verdad es que los guatemaltecos quieren reemplazar este sistema político caduco y corrupto, que elección tras elección los defrauda siempre. Casi todos los expresidentes de las tres últimas tres décadas en Guatemala han sido señalados por corrupción.
En el otro extremo, las cosas no pintan nada bien para Ecuador, desde hace una década la violencia se apoderó de ese país y no ha hecho más que seguir ganando espacios de la mano del narcotráfico. Y hoy se refleja en los comicios.
La muestra más clara fue la ejecución del candidato presidencial, Fernando Villavicencio, quien por cierto ya había denunciado amenazas de muerte por parte de grupos delictivos, ligados presuntamente al cártel de Sinaloa.
La ejecución de Villavicencio –un fuerte crítico del expresidente Rafael Correa– ha sido por mucho la más mediática a escala mundial, el político estaba en la mira de la delincuencia por sus propuestas de campaña, que priorizaban el combate a la violencia y el narcotráfico.
La ejecución de Villavicencio y del dirigente Pedro Briones, cinco días después, se suma a tres anteriores ejecuciones de políticos en este mismo año. El narco está operando con toda libertad y seguro ya tiene a su ganador.