- “El gran riesgo es que la política llegue a ser irrelevante.” Daniel Innerarity
En la actualidad hablar de política resulta en vituperios, en pesadumbre, desconfianza y en calificativos negativos. Y en parte tienen razón. Hoy vemos alrededor del mundo que la mal llamada “clase política” se encuentra en uno de sus momentos más bajos de la historia reciente. Cuando esta postura se generaliza, aleja a los ciudadanos de la política y traslada toda la responsabilidad a unos políticos que, por definición, serán incapaces de satisfacer las expectativas de todos. Personajes como Trump, Johnson, Milei, Orpo, Maduro, entre otros han vaciado los conceptos de la Política (con mayúscula) y en contraparte, nos entregan una serie de peroratas, promesas grandilocuentes y, sobre todo, una nula resolución de los problemas públicos.
Problemáticas como corrupción, polarización, cambio climático, desinformación y fake news, desigualdad (en todas sus dimensiones), migración desbordada, salud y educación pública, nuevas tecnologías sin regulación como la inteligencia artificial, inseguridad, etc. son algunas de las cosas que -los políticos- prometieron eliminar, sin embargo, no solo no se han resuelto, sino que, además, se han incrementado. Esta situación incrementa el descrédito del quehacer político y, obviamente, el descontento y desconfianza de la sociedad, haciendo que cada vez la distancia entre gobernantes y gobernados sea más amplia, incluso llegando a ser una relación irreconciliable.
Sin embargo, ¿en realidad es culpa de la Política o, como sociedad, hemos dejado de lado nuestra labor? No podría llegar a una respuesta determinante o única, lo que considero es que los políticos no vienen de venus a gobernarnos, es decir, las y los políticos son parte misma de una sociedad y se deben a esta, por su parte, la ciudadanía debe ser vigilante y exigente con la política y sobre todo, sin perder su criticidad. No podemos reclamar la solución de todas las problemáticas públicas a los políticos sin hacer la parte correspondiente a cada miembro de la sociedad.
Me permito el siguiente ejemplo, López Obrador ha realizado su Quinto Informe de Gobierno y, más allá de los datos (los suyos y los demás), la percepción de la realidad está dividida, sus fieles seguidores en verdad creen que la inseguridad está disminuyendo, que la salud pública se parece a la de Dinamarca y que tenemos avances sustanciales en materia económica; del otro lado de la moneda, sus detractores (que también son fieles) opinan que todo lo dicho por el presidente es una farsa, que la desigualdad se ha incrementado, que la educación es comunista o que sus megaobras solo destruyen el medio ambiente y la inversión económica.
Con esto refiero a que, una sociedad que pide lo imposible para después quejarse de haber recibido solo aquello que era posible. Lo informado por el presidente lleva fielmente a lo siguiente, -el que me quiere creer, adelante y que no, adelante también-. Esto nos hará caer aún más en un descontento con la política y sus profesionales, pero el riesgo mayor es que la política misma caiga en la irrelevancia, que no reconozcamos su utilidad y que solo creamos que es “un mal necesario”, cuando, en realidad, la política debe ser la luz al final del túnel y lo que nos dé esperanza.
POR ADRIANA SARUR