22 de Noviembre de 2024

Revelaciones: La chinga de ser obrero

Margarito Escudero Luis

No es para vanagloriarse, ni enorgullecerse sobre lo que sucede todos los días entre la gente, la que vive en las colonias llamadas “populares”, por no decirles pobres, de cualquier ciudad.

 

Ahí cualquiera que llegue con un buen “verbo” embarca al que se deje; lo malo es que el gobierno está involucrado y hasta parece que le conviniera que las cosas continúen así.

Solamente cuando las medidas son muy necesarias y podrían estar en riesgo quienes viven en las colonias “No populares”, en cuando la información fluye de manera pronta y abundante, se forman brigadas que llegan a supervisar cada domicilio, para que alguna enfermedad no se salga de control.

Sin embargo, el olfato para las cosas chuecas, sale a flote, como está sucediendo en estos días, cuando un grupo de “promotores” de la empresa IUSA, llegan a los domicilios, no a convencer al usuario de adquirir una tarjeta de prepago, para consumo de energía eléctrica.

No dan explicaciones clareas, dicen que se trata de un programa del gobierno federal y que la CFE nada tiene que ver en ese asunto.

LA MODERNIZACIÓN

La tarjeta en sí, no es tan mala como lo han entendido los vecinos, quienes ya están tan ciscados, que llegan a creer que sólo se trata de un ardid para sacarles más dinero, pero hay dos cosas que generan la desconfianza; una de ellas es que la CFE inició con bombo y platillo el programa de cambio de medidores para instalar otros digitales, pero sólo unos cuantos domicilios recibieron el nuevo aparato.

Es las colonias estos artefactos están intercalados, hay quienes ya lo tienen y otros no.

Aquí es donde las narices de los vecinos huelen algo sucio, pues al aceptar la multicitada tarjeta, se comprometen a pagarle a IUSA 700 pesos para que les cambie el medidor y, eso ya no les parece, porque se trata, según dicen, de una obligación de la CFE.

Ahí aparece otro “pasivo”, chamba que no se hizo a tiempo por la razón que sea, y que ahora está afectando los bolsillos de trabajadores y amas de casa, quienes padecen de lo que más escasea en las colonias “populares”, el dinero.

Ahora, las personas que aceptaron la dichosa tarjeta, ya le están “dando pa’ tras”, luego que se enteraron que tienen que pagar por el cambio de medidor y la CFE se ve saturada de personas que llegan a cancelar su servicio de prepago.

Lo malo es que la CFE no envió a los promotores, este es un negocio particular de IUSA , parte de la llamada privatización del servicio, pero como a la gente de las colonias “populares” aún no les cae el 20 de lo que está pasando, pues recurren a quien los sangra de costumbre.

POBREZA VS IGNORANCIA

Es lamentable observar el desconocimiento de la gente sobre los temas importantes que en algún momento les afectará de alguna manera. El hecho de ser pobre no implica necesariamente que sean ignorantes, pero el binomio se da y se promueve desde altas instancias, pues es conveniente mantener a la gente en el desconocimiento, pues así es más fácil de manipular.

Lo peor es que así se mantiene, es n estado cómodo, dónde lo más cercano a una protesta, es la queja.

Queja que nadie oye, que nadie recibe, que nadie ve y en esa pasividad suicida, espera que sus problemas sean resueltos por funcionarios del gobierno.

SALARIO MÍNIMO

Ahora estamos a la espera que en algún lugar de las cámaras de legisladores, alguien se toque el corazón y promueve un incremento sustancias al salario mínimo.

O sea, que son otras personas, que ganan cantidades exorbitantes, que cuentan con grandes privilegios, las que decidirán cuándo debe ganar un obrero que habita en una colonia “popular” a quien su ingreso no le permite vivir holgadamente; al contrario, es víctima de constantes y eternas deudas.

Ni siquiera tiene la capacidad el obrero mal pagado de salir a decir a “sus” legisladores, cuánto dinero necesita para vivir bien, ignora que un salario digno debe alzarle para dar de comer a su familia, dar educación a sus hijos y procurar diversión y esparcimiento para todos.

Pero no hace nada. Sólo espera impacientemente que alguna autoridad autorice una cantidad que no ofenda a los patrones, para luego el obrero, proceder a lo único que sabe hacer: Quejarse.

Eso no es vivir.

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