Tanto el presidente Joe Biden como el exmandatario Donald Trump se consolidaron el martes como los candidatos indiscutibles de sus respectivos partidos, el demócrata y el republicano, en las elecciones presidenciales de noviembre de 2024.
Ninguno tuvo realmente algún enemigo al frente, aunque ambos encaran la noción de que muchos votantes desearían que el candidato fuera alguien más, pero que a reserva de una sorpresa catastrófica, ya saben que no hay otro.
El problema es que es la segunda semana de marzo, cuando apenas han votado la mitad de los estados y territorios que participan en la elección de los candidatos partidistas. Es tradicionalmente el tiempo en que los aspirantes se presentan ante los militantes del partido correspondiente y exhiben su lado más duro.
Pero con las primarias virtualmente decididas tres meses antes de lo normal, ahora sus declaraciones enfrentan una atención mayor y un examen más cuidadoso, porque ahora deben comenzar la conquista de segmentos de votantes que no están entre sus seguidores.
Normalmente a ese periodo, que se daba o se daría en los meses de septiembre y octubre, se le define como el momento de "correrse al centro", o sea de presentarse ante una masa de votantes que pueden ser indecisos o no habrían prestado atención a las primarias.
Pero esta vez...
La elección presidencial de 2024 se plantea como una reedición, algunos dicen revancha, de la habida en noviembre de 2020, cuando Biden derrotó a Trump por más de tres millones de votos en los comicios tal vez más concurridos de la historia estadounidense. Y por cierto, una que Trump insiste en rechazar por considerarla como fraudulenta, aunque parece más bien una cuestión de fe que de pruebas.
Para sus críticos, se trata de una señal del carácter indeseable y mesiánico de Trump, que ha invertido decenas de millones de dólares en maniobras legales para tratar de evitar que cuatro grandes juicios en su contra, con 91 acusaciones distintas, lleguen a conclusiones negativas durante la temporada electoral.
Con todo, Biden hoy aparece como el candidato en declive, superado al parecer por lo que algunos consideran como inevitable regreso de Trump a la Casa Blanca.
Pero a ocho meses de las elecciones, nada puede darse por sentado. Ni siquiera la actual superioridad de Trump en las encuestas.
El problema de Biden es tanto la imagen de debilidad y de ancianidad que lo rodea a sus 81 años de edad como la de una economía que no acaba de recuperarse de la pandemia de COVID-19 y que a pesar de buenos números en lo general, aún parece perjudicar a las clases media y más modestas.
Pero Trump enfrenta problemas propios. A sus 77 años de edad, no es mucho más joven que Biden, y como él, ha tenido sus momentos públicos de confusión y está acostumbrado a hacer declaraciones escandalosas que pueden ser bien recibidas por sus seguidores más fieles, pero dan municiones a sus detractores.
Pero el hecho es que Biden es visto como viejo y débil, pero Trump es descrito como un rufián ultraderechista.
POR: JOSÉ CARREÑO FIGUERAS