Una de las violencias de género más normalizadas es la violencia económica. Ha sido tan normalizada que es bastante aplaudida y hasta ciegamente consensuada. Digo ciega porque escucho frecuentemente frases entre mujeres o a nivel familiar como “Me encantaría ser mantenida”, “ojalá me encuentre un hombre rico que me saque de trabajar”, “el hombre debe ser buen proveedor si no, no sirve para nada” “así ha sido siempre, el hombre debe pagar todo es lo correcto”, “ojalá me encuentre un sugar daddy” o “necesito un millonario que me consienta” etc.
Podría llenar este espacio con tremendas calamidades. Y es que esa puerta falsa es muy común. Porque tener al lado a alguien que provea completamente es también delegarle el poder absoluto. Lo terrible es que en la familia se inculca muchas veces, la sociedad lo motiva y se sueña con el príncipe que ayudará a la cenicienta a ser princesa. La violencia económica en nuestro país, tiene el segundo lugar en tipos de violencia que las mujeres experimentan, debajo de la violencia física.
La cantante Cher, en una entrevista en la década de los 70`s, declaraba que su madre la incitaba a buscar un hombre millonario que la protegiera, a lo que ella respondía: “no quiero un hombre millonario, quiero ser yo ese hombre millonario”. Quedar a expensas del poder adquisitivo de la pareja es un arma de doble filo. Convierte al individuo en parte del inventario.
Yo no quiero decir que no es bonito recibir un regalo o un apoyo. Pero de eso, a dejarlo todo a manos de una pareja que limite a otro por ser éste el proveedor puede traer tremendos sentimientos de inseguridad, dependencia, control, manipulación, dominio, angustia, aislamiento, etc. En México las cifras son alarmantes, la violencia económica ha sido padecida por lo menos por 13.4 millones de mexicanas.
Pero es también una realidad que no es exclusivo de nuestro país. La violencia económica, al menos el 70% de las mujeres a nivel mundial la ha experimentado. Las estrategias más comunes son: evitar que la víctima gane dinero, evitar que la víctima acceda a su dinero (en caso de que labore, se forza a que reporte todos sus ingresos a la pareja y sea esta quién los administre) y crear deudas forzadas a nombre de la víctima, para mantenerla atada y que en caso de querer alejarse, no pueda ya que el otro dejaría de pagar y se vería en problemas para sacar nuevo créditos.
Es importante alentar a que tanto hombres como mujeres tengan las mismas oportunidades. Depender económicamente de una pareja es un factor de riesgo elevadísimo. El discurso y la educación se debe encaminar a dejar de educar princesas, que esperan un rescate, para educar mujeres independientes que puedan valerse por sí mismas y que no caigan en el espejismo de una vida fácil “porque así lo marca la regla social y hay que ser astutas”.
La equidad nos debe empujar a tener las mismas responsabilidades compartidas. Y esto atañe no solo a quienes viven bajo el mismo techo. La violencia económica también se refleja en todas aquellas parejas separadas en las que el padre busca todos los recursos para poder limitar su participación económica de los hijos en común y además también evitar la crianza.
Ahí se puede mucho más visualizar la sed de control y de violencia, pero eso nos llevaría una columna aparte. Dejemos de soñar con un millonario, busquemos ser nuestro propio millonario mujeres.
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