Armando Romero construye mundos que delatan la compleja realidad del ser humano en sus pinturas
AGENCIAS
Armando Romero (Ciudad de México, 1964) construye mundos absurdos que delatan la compleja realidad del ser humano. En sus pinturas se conjugan escenas de obras históricas como “Las Meninas”, de Diego Velázquez, con personajes ficticios como Garfield o Los Supersónicos. Y en esas imágenes aparentemente incoherentes, el artista ofrece una lectura profunda del presente.
De ello dan cuenta las obras que Romero exhibirá en el vestíbulo principal de la Cámara de Diputados con el título El ensayo de lo absurdo. La muestra representa el regreso del artista a México, quien desde 2013 no tenía una exposición en la ciudad, y a la vez una suerte de retrospectiva, “no melancólica”, de su pintura y gráfica.
Romero señala que en estas piezas hay un retorno a la figuración, al trabajo con imágenes “no pictóricas” y al concepto de la obra planteado por la Escuela Mexicana de Pintura. También es un compendio de los temas que le interesan: desigualdad social, libertad, justicia, derechos humanos e incluso el complejo mercado del arte.
“He tenido la oportunidad de estar en subastas, museos y colecciones y, en lugar de hablar de lo bueno o malo del mercado, hablo de mi experiencia, una extraña experiencia para uno que sólo se dedica a pintar, porque cuando lo empiezan a dirigir, uno descubre que es otro mundo. Hablo de lo absurdo en el mercado del arte, en la política, en todo”, señala quien estudió en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.
La obra de Romero exige un ejercicio de observación mayor. Dentro de la escena principal siempre aparecen pequeñas pinturas con otras lecturas. “El cuadro dentro del cuadro”, ataja el artista para señalar al espectador que mire más allá de lo evidente. En esa doble visión conjuga la realidad con la ficción a partir de apropiarse de referentes clásicos como Goya o Rembrandt para situarlos en un rompecabezas visual.
Por ejemplo, en su reinterpretación de “Las Meninas” hay al fondo pequeños retablos que parecieran adornos, pero en realidad son reflexiones sobre política, religión, arte y sociedad. Entre la escena central y las secundarias hay personajes de caricaturas de su niñez.
Uno de sus temas recurrentes es el circo entendido como un mundo de fantasía donde los humanos y animales conviven, y en sus obras hay reminiscencias de carteles de circos norteamericanos del siglo XX, junto a retratos de artistas como Botticelli, Seurat y Goya.
La propuesta resulta enfática en discusiones sobre el mercado del arte que, a decir de pintor, es el eslabón más complejo. Recuerda que de joven ingresó a galerías, pero su libertad para producir se fue coartando según la oferta-demanda, por lo que decidió abandonar.